Se me había olvidado comprarlo y a aquellas horas siempre me tomaba una dosis. Busqué y busqué en todos los cajones y armarios de la cocina, pero nada.
Estaba desesperado cuando llamaron a la puerta. Abrí extrañado y en la puerta apareció la vecina nueva de al lado pidiéndome azúcar.
-Pasa, pasa. Toma. Por cierto, ¿tú no tendrás café, verdad? Se me ha olvidado comprar y ...
-Claro que tengo - me dijo - precisamente me voy a tomar uno y por eso he visto que se me había olvidado comprar azúcar.
- ...
-Si quieres ... te invito a uno.
-Pues ... vale.
Aquello fue el comienzo de una inolvidable amistad.
Javier Auserd.
lunes, 29 de septiembre de 2008
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