
Mientras jugábamos al guá no podíamos imaginar lo que vendría luego, cuando se nos pasara el tiempo de jugar al guá, al bote y al dola. Entonces, aún, no tomábamos café. Fue de las pocas cosas buenas que ganamos, todo lo demás lo fuimos perdiendo por el camino (verde, que va a la ermita).
Ahora ya, que no merece la pena ni quejarse, les digo a mis arterias que tomen café para animarse un poco.
Javier Auserd.
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