-¡No me digas!
-¡Como lo oyes!
-¡Lo oigo bien, Adrián, lo oigo bien! ¡Por eso no entiendo por qué me gritas!
-¡Te grito porque tú me gritas! ¡Además, ¿tú no eres sordo?!
-¡¿Yo?!, ¡¿Yo sordo?! ¡Pero si el sordo eres tú!
-¡Yo tampoco soy sordo!
-Pues entonces, vamos a dejar de gritar, ¿vale?, que me estoy poniendo nervioso.
-Tómate otro café, anda, verás cómo te calmas.
-Vale.
Javier Auserd.
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